Comprender la naturaleza del emprendedor resulta necesario previamente para luego entender a su vez la relación existente entre competencia e incompetencia. Trataremos de superar la visión clásica, donde el emprendedor se visualiza como un poseedor de destrezas que le permiten generar ideas de negocios haciendo converger una pericia técnica, una destreza social para tratar con las personas que les gustaría tener algo que él puede ofrecer y por último la existencia de la suerte o de la fortuna.
La realidad en cambio parece demostrar que el emprendedor crece no porque, inicialmente al menos, sea capaz de conocer una situación existente en toda la complejidad de sus detalles, sino porque es capaz de crear una complejidad inédita que los otros deberán esforzarse por comprender y “competirla”.
La incapacidad de cualquiera de nosotros para “salirse del mundo presente e histórico” justamente impide escribir una teoría y un procedimiento preciso y perfecto para hacer innovación exitosa, que pueda aplicarse como un “hágalo por usted mismo”, es la razón que explica el porqué los profesores de las escuelas de negocios sólo pueden escribir “casos de negocios”, sobre cosas que ya sucedieron en las organizaciones. En este sentido, el emprendedor exitoso posee una habilidad extraordinaria, que le permite definir un futuro, “una nueva complejidad” (inicialmente en forma de idea, sueño, intuición o “tincada”) que a su vez le permite construir el presente fundado en aquél.
Muchas personas son capaces de innovar y muchos capaces de dirigir una empresa, pero la auténtica capacidad emprendedora requiere aunar ambas habilidades. Por lo tanto un auténtico emprendedor, al inicio, no desarrolla un producto o servicio acabado listo, sino que desarrolla un mercado adecuado para la intuición o concepción nueva. En definitiva, lo que oculta esta situación es que una empresa emprendedora, opuesta a muchas otras formas de colaboración humana, es el desarrollo de servicios, productos o prácticas de negocio especiales que, en torno a las cuáles se intenta configurar una identidad propia, única, distinta.
Esta identidad permite que la historia se construya, que nuevos mundos o sub-mundos surjan en la vorágine de la convivencia humana. Desarrollar esta nueva identidad por parte de los emprendedores los sumergen e involucran absolutamente para llevar la delantera sobre los demás, en este sentido el emprendedor estructura una cultura o más bien cambia los marcos interpretativos, provoca un “quiebre” en los demás que les hace “des-cubrir” una nueva forma de resolver una nueva necesidad o un viejo y tradicional requerimiento.
Por lo tanto un emprendedor exitoso parece no ser sólo un inventor o un pensador, sino más bien una persona que construye una empresa en torno a su nueva concepción y tiene la habilidad de darle una identidad.
El emprendedor cambia valores, pero a diferencia de la visión clásica de la administración de negocios, que ve erróneamente al emprendedor como una persona que, básicamente advierte los cambios que se producen y les saca provecho, el emprendedor innovador no es el que puede predecir o advertir las necesidades físicas y mentales, de por ejemplo, las personas que están envejeciendo, para invertir en la satisfacción de las mismas, ni tampoco el que realiza una investigación de mercado “torturando” los datos de la misma para determinar o “advertir”, por ejemplo que el “delivery” se debe realizar o se preferirá en la forma A o B, estas prácticas sólo “persiguen” los cambios, son métodos que persiguen situaciones que históricamente “ya” han ocurrido y que se están “leyendo” mediante la creencia que se están construyendo.
Cuando los seres humanos producimos cambios, nosotros también cambiamos, no estamos fuera del mundo como espectadores, estamos adentro, en el mismo mundo, por ello es que la acción emprendedora se debe analizar entonces desde una perspectiva empírica.
El emprendedor, por lo tanto, estará buscando permanentemente, entonces provocar, “quiebres” en los demás y encontrar una identidad que haga historia a partir de la propia historia.
Una vez que nos hemos adentrado, en términos generales, a entender la naturaleza propia de un emprendedor, una innovación, un emprendimiento de empresa, (en estas líneas no hacemos distinción semántica entre los conceptos emprendedor y/o empresario), entonces nos es más fácil aproximarnos a las posibles razones de que haya emprendedores que entran en espacios de incompetencias. La incompetencia entonces pareciera estar compuesta de algunas características asociadas a la incapacidad de articular los elementos para transformar y para dirigir la empresa y de esta forma pasar a formar parte de una nueva identidad o “quiebre” que exige un nuevo entendimiento y luego una nueva forma de organizar las cosas.
Reconfigurar y articular significa en lenguaje simple “no hacer más de lo mismo”, Los nuevos mundos de los negocios, (articulados por los emprendedores exitosos) a los cuáles nosotros nos integramos por necesidad u obligación, con alegría o molestia, se nos presentan como anómalos, vertiginosos, disruptivos.
Salir de la incompetencia significará integrarse a las nuevas aperturas y “quiebres” lo que nos obliga a re-articular la racionalidad de nuestros procesos y datos, incorporar los nuevos valores y culturas de la nueva identidad o de la nueva historia que se está escribiendo, nos obliga a veces, en la historia de la humanidad, a reconfigurarnos, es decir, a producir profundos cambios en la manera de hacer las cosas. Reconfiguraciones fueron, por ejemplo, la necesidad de adaptarse a la aparición de la fuerza mecánica en el siglo XIX, que reemplazó a la fuerza animal en el transporte, o el cambio tecnológico en el campo de la instrumentación, de lo neumático a la electrónica análoga y posteriormente lo digital.
Otra forma de salir de la incompetencia es la apropiación de los “mundos cruzados”, esto es un espacio de apertura que se apropia de las prácticas de otro espacio, por ejemplo una práctica de negocio que el primer espacio no podría haber generado por sí mismo, pero que advierte que le es útil.
Pareciera entonces que temerle a la incompetencia, en definitiva, significará entre otros aspectos, temerle a la posibilidad de participar en la construcción de la historia, a la dificultad de discernir la manera más adecuada de perseguir al emprendedor líder que está construyendo la historia, en el preciso momento en que usted lee estas líneas, significará dudar en la elección de las realizaciones de nuevas articulaciones, reconfiguraciones o apropiarse de los correctos “mundos cruzados”, la transformación digital, tan de moda hoy en el lenguaje comercial, por cierto que es una herramienta para re-articular y/o de apropiación de otras prácticas, para los datos y los procesos que se mediatizan por la tecnología de la información, pero naturalmente la transformación digital per-se no generará historia ni menos identidad.
Realizar una transformación digital, carente de una identidad que facilite importantes cambios interpretativos en una comunidad de usuarios, será una pérdida de dinero. Una iniciativa de mejora tecnológica, particularmente en datos y procesos, debe traducirse en una herramienta útil para que el empresario aplique su habilidad para construir historia e identidad.
Los procesos de transformación que realizan los emprendedores exitosos, en el presente, se fundan, como vimos, en una intuición o visión de futuro, en otras palabras, los empresarios exitosos explican el que hacer del presente por el futuro que quieren construir.
No le tema a la incompetencia, más bien tenga temor a las acciones de mejora que le recomienden, pueden constituir una vulgar repetición de un relato que quizás sus competidores exitosos estén precisamente abandonando.


